Biografía.

Luis Rincón, mi padre, anda ya cercano a los 80 y ha vivido de todo: fue niño en una postguerra atroz de hambre y oscuridad, fue monago insumiso y cómplice de estraperlista, militante antifranquista clandestino, obrero fabril y albañil capaz, vecino solidario y patriarca de una prole inmensa y diversa con más bocas que vergüenza.


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Ahora ejerce sobre todo de amo de casa y abuelo, y ,en los ratos libres, escribe. Y lo hace como todo lo que ha hecho en su vida: de corazón.

INDICE DE LOS ULTIMOS TRABAJOS PUBLICADOS:

Los relatos irán apareciendo en la blog a medida que vaya siendo posible. Para leer cualquiera de ellos sólo tienes que pinchar sobre su nombre en la lista que viene a continuación. Sé que Luís agradecerá que comentes al final su relato pinchando en la parte que dice "Esta historia me ha parecido...".


Navidad con amor

Con este relato, Luis Rincón acaba de ganar el IV Certamen Literario "Francisco Maria Arroyo Benitez" que convoca el CEPEr Viento de Levante de Cadiz. ¡Enhorabuena , Luis!


Vida y muerte de un obrero español


La madre

Soy
Lo ajeno, lo propio y el niño

Pequeña historia de un niño pequeño Finalista en el XIV Certamen Experiencia y Vida que organiza la Junta de Extremadura en Octubre 2007

¿Que es lo que me falta a mi? De José Valiente Moreno
Finalista en el XIV Certamen Experiencia y Vida que organiza la Junta de Extremadura en Octubre 2007

Pepín
Torero y ....olé. ( El Coco III)
El suicidio de la mujer del "Coco"
El médico del "Coco"




Sus canciones

La murga de los currelantes

sábado, 10 de mayo de 2008

Navidad con amor

Con este relato, Luis Rincón ha ganado el IV Certamen Literario "Francisco Maria Arroyo Benitez" que convoca el CEPEr Viento de Levante de Cadiz. ¡Enhorabuena , Luis!




Su nombre era Maria pero todo el mundo le llamaba Marujita. Yo la conocí hace mas de treinta años, entonces era una mujer de unos cincuenta, pero como era pequeñita y delgada aparentaba muchos menos. Estaba casada y tenía seis hijos, tres hembras y tres varones. Su matrimonio no era ni feliz ni desgraciado, eran una pareja mas de la época, mujer sumisa y marido autoritario.
Sobre unos diez años después de yo haberla conocido, enviudó. Al quedarse sola y con todos los hijos casados estos se reunieron y, pensando en el porvenir de su madre, decidieron que se fuera a vivir con una hija que hacia poco se había separado del marido. Esta, que tenia dos hijos pequeños y trabajaba fuera del hogar, es la que mas insistió en esa solución, seguramente pensando – a tenor de lo que ocurrió después- que de esa manera tenia niñera para sus hijos y una empleada de hogar gratis. También pensaría que algún dinerillo le sacaría a su madre de la exigua paga de la viudez. A nadie le amarga un dulce.
Así quedó arreglado. Como el piso tenia tres dormitorio, la hija ocupaba uno, los dos niños otro y la abuela el tercero. La madre de los niños se iba a trabajar por la mañana y cuando volvía se lo encontraba todo hecho. La abuela ya había llevado los chicos al colegio, tenia la comida preparada y la casa limpia. Todo marchaba estupendamente y ella tenía tiempo sobrado para divertirse sin faltar a sus obligaciones.
Pero el tiempo pasa. Los hijos se fueron haciendo mayores y la abuela también. Cuando el pudor lo hizo imprescindible hubo que separar al varón de la chica. Entonces la abuela paso a dormir en la habitación de la niña, no sin cierta resistencia de esta. Cuanto mayor se hacia la muchacha mas ostensible era esta protesta, en ocasiones al referirse a ella ya no la nombraba como su abuela sino como: “esa vieja apestosa”.
Pasó más tiempo. La abuela, con mas setenta años, ya no era tan diligente como antes y las riñas con su hija eran frecuentes. Llego el momento en que los nietos se casaron y abandonaron el piso, la hija se prejubiló y pasó a ocuparse de la casa, entonces la abuela comenzó a ser un estorbo: ya no era necesaria su colaboración.
Cuando la salud de la anciana se deterioró y requirió cuidados especiales, la hija explotó, reunió a los hermanos y les planteó la papeleta:
-A la “vieja” tenemos que cuidarla entre todos- dijo, y continuó –No voy a comerme el marrón yo sola.
El escándalo que estas palabras originó fue mayúsculo.
-¡Que graciosa eres! –exclamó uno –Mientras ha estado buena y sana y ha valido para quitarte las mierdas todo ha ido bien, pero ahora que está vieja nos la quieres endosar a nosotros. ¡Te la vas a comer con patatas!
¿Eso digo yo!- gritó otro –Mientras te has estado chupando su paga y teniendo una criada de balde no has dicho ni pió. Es ahora que ya no puede trabajar cuando te estorba. ¡Pues yo no me la llevo!
-Además- bramó una tercera – Que todas tenemos hijos y trabajos que atender y tu estas sola y jubilada, conque a ti te corresponde su cuidado.
Así estuvieron discutiendo horas y horas mientras la anciana los escuchaba desde la habitación de junto. No habían tenido ni la delicadeza de reunirse donde ella no pudiera oírlos. Al fin se pusieron de acuerdo en tenerlas un mes cada uno y el primero de la lista se llevó el “paquete”. Pero no acabaron ahí las discusiones. Cuando el que la había tenido un mes la entregaba al otro que le correspondía, este examinaba a la pobre mujer como se examina a una bestia de carga antes de comprarla. Así estuvieron cierto tiempo hasta que la salud de la anciana empeoró del todo.
Cuando esto ocurrió estaba la abuela con la hija primera y esta volvió a reunir a todos los hermanos para decirles que ella no podía atender a la “vieja” y que había que buscar otra solución. Nadie quería hacerse cargo de la pobre mujer y como tenia un dinerillo ahorrado en su cartilla, decidieron aprovecharlo para meterla en una institución para mayores. Esta era de pago y bastante cara, por lo que solo alcanzo para tener a la anciana “recluida” durante tres meses.
Cuando el dinero se acabó y tuvieron que sacarla de la residencia se originó otra vez el mismo problema: nadie quería hacerse cargo de ella. A fuerza de mucho pelear quedaron en tenerla una semana cada uno. La infeliz anciana estuvo viajando como un paquete de un lado para otro durante algún tiempo hasta que se aproximaron las fiestas navideñas. Al llegar esos días, durante los cuales se vive la exaltación del amor entre los seres humanos y muy particularmente entre las familias, la pobre mujer estorbaba mas que nunca y comenzó un éxodo entre los domicilios de los hijos a ver quien se hacia cargo de ella.
La que la había tenido durante aquella semana la llevó primeramente a la que le correspondía según el turno que ellos mismos se habían asignado. Esta se negó rotundamente a recogerla.
-Mi hijo el mayor viene de Barcelona con su familia a pasar las navidades con nosotros y la habitación que le iba a dar a la “vieja” la necesito para ellos. Y además que no les voy a amargar la vida conviviendo con una persona que se caga y se mea encima. Llévasela a Pepita, que como no tiene hijos, puede tenerla con más facilidad.
La mujer volvió al coche donde la anciana, recostada en el asiento posterior junto a la ventanilla semiabierta, parecía no darse cuenta de nada.
-¡Vaya trabajito que me estas dando, mamá!- dijo la hija poniendo el coche en marcha -Vamos a ver por donde sale la otra-
Cuando llegan a casa de la tal Pepita esta se mostró muy sorprendida.
-¡Anda que sorpresa! ¿Le estas dando un paseito a la vieja?
-¡Que paseito ni que leche! La traigo para que te quedes con ella durante las fiestas.
-¿Quién yo? Anda mujer ¿Esta semana no le tocaba a la Andreita? -Si. Pero dice que no puede porque……
-Pues si ella no puede yo tampoco puedo. Entra para que veas que estoy haciendo las maletas para irnos a Marruecos a pasar las Navidades.
-¿Entonces, que hago?- dijo la otra con voz de rabia y a punto de llorar.
-Llévasela a Pepito. El tiene sitio de sobra en el chalet.
-Voy a ir. Pero como ese tampoco quiera, los denuncio a ustedes.
-Has lo que te de la gana- y cerró dando un portazo Volvió al coche donde la vieja seguía en su asiento con cara de estar dormida
-¡Anda hija! ¡Que tranquilita estas ahí! ¡No sabes la sofocación que yo estoy pasando por tu culpa!
Al fin llegaron al chalet. Este tenía una presencia impresionante, una gran casa con garaje aparte y una hermosa piscina. La mujer tocó el claxon repetidamente y le abrieron la verja de entrada desde la casa con un mando automático. Pasó al interior y aparcó el coche junto a la piscina. Se apeó y saludó a su hermano que la observaba desde una ventana.
-¡Hola! ¿Qué te trae por aquí?
-Pues aquí te traigo a tu madre. Es necesario que te quedes con ella.
¡Que yo me quede con ella! ¡Tu estas loca! Yo la tuve la semana pasada y me quedé hasta los co……de la puñetera “vieja”. Ya no me toca hasta dentro de un mes.
La discusión se hizo interminable. Al final la mujer, llorosa y desgreñada, regresó al automóvil. De repente se quedó inmóvil. La madre había desaparecido.
¡Pepe!- gritó- ¡Mamá no está en el coche!
-¿Qué dices?- preguntó el hermano saliendo de la casa.
-¡Que la vieja ha desaparecido-
-Vamos. No te alarmes. A lo mejor ha tenido alguna necesidad y se ha agachado detrás de un seto.
-¡Pedazo de idiota! ¿Detrás de un seto? Si casi no puede moverse.
Estuvieron buscando un rato hasta que el hermano pasó junto a la piscina y se quedó petrificado. En el agua, flotando entre la hojarasca otoñal, destacaba un bulto negro que parecía una gran y desarticulada muñeca.



Luis Rincón
Navidad 2007

domingo, 17 de febrero de 2008

Vida y muerte de un obrero español



Miguel Rodríguez, apodado “El Flamenco”, tenía cincuenta y siete años cuando cerraron la fábrica donde ejercía su oficio de mecánico ajustador. Hasta entonces su vida había transcurrido entre el trabajo en la misma, donde llevaba treinta años, y la crianza de sus hijos. También, como labor extra, había militado –en los tiempos oscuros del franquismo- en los sindicatos y partidos políticos clandestinos en pro de las libertades democráticas para el pueblo español.

Al quedarse sin trabajo pasó, como es natural, a cobrar el desempleo. La cantidad que cobraba por ese concepto era inferior al sueldo que tenia cuando trabajaba, pero le permitía seguir viviendo con cierto desahogo. Cuando llevaba unos cuantos meses en el paro; enfermó. Llevaba cierto tiempo sintiéndose triste y desganado hasta que su mujer le llevo, casi a rastras, al medico. Nunca había estado enfermo de cuidado. En su vida laboral sufrió varios accidentes de trabajo pero todos de poca importancia.

Por eso cuando los médicos le diagnosticaron una tuberculosis pulmonar el mundo se le vino abajo. Un medico, excelente especialista en neumología, le prometió curarlo en ocho o nueve meses y lo cumplió. Pero en el plano económico la enfermedad lo hizo polvo. Hubo un tiempo en que cuando un obrero enfermaba estando cobrando el desempleo se cortaba este, el enfermo pasaba a cobrar por la enfermedad y cuando sanaba percibía el resto del subsidio. Pero, “como un avance social”, una nueva ley determinó que cuando un desempleado enfermaba siguiera percibiendo el subsidio hasta terminarlo.

Esto le ocurrió a nuestro amigo Miguel. Coincidió el término del subsidio con la curación de su enfermedad y la consiguiente alta medica. Casi de forma continua recibió una llamada del inspector medico del seguro, este después de leer el informe del especialista, le dijo que lo iba a proponer para la jubilación anticipada por las secuencias residuales de la enfermedad que le impedía ejercer su oficio





Mientras se resolvía este expediente Miguel fue cobrando una cantidad que el seguro le asignó como paga para su convalecencia. Al cabo de unos meses fue llamado al tribunal que tenia que determinar sobre su invalidez Este tribunal consistía en un medico y su correspondiente enfermera. A nuestro amigo Miguel le llamaban el “Flamenco” porque tenia un tipo airoso y juvenil y daba la sensación de tener menos edad de la que marcaba su carné de identidad.

Cuando el medico lo vio entrar en la consulta con su ligero andar de bailarín, su camisa veraniega de mangas cortas y el moreno natural que poseía, inmediatamente y sin leer el historial que llevaba, le dio el alta para trabajar, pero a un hombre de sesenta años nadie le da trabajo. Después de eso también se le terminó la paga del seguro pues esta tenia una fecha límite, y nuestro desventurado compañero se vio obligado a solicitar la ayuda que el estado daba a los desempleados de larga duración.

El pozo de amargura y desesperación de Miguel se había ido llenando al mismo tempo que disminuían sus ingresos y su auto estima, al tener que aceptar la ayuda de sus hijos para sobrevivir. Terminó de rebosar cuando cobró la primera mensualidad de dicha ayuda: el sueldo mensual que cobraba estando trabajando se había ido reduciendo hasta quedarse en una cuarta parte.

Miguel Rodríguez apodado el “Flamenco” llegó a su casa con aquella ridícula cantidad. Quiso la fatalidad que su mujer no estuviera en el domicilio en aquel momento. El hombre, con el rostro demudado, escribió torpemente una nota, cogió un trozo de cuerda, salió a las afueras y se colgó de un árbol en un pinar próximo.

Así terminó un hombre que lo único que había hecho en su vida era trabajar y producir para una sociedad que, con sus injusticias, lo condujo a la muerte.