La primera vez que puse en duda el concepto estricto de la propiedad privada fue a través de un libro y de los ojos de un niño.
Era un pequeño tomo de relatos del autor armenio-americano Willian Saroyan. Su título: “Chiquillos”
La acción de uno de estos cuentos transcurre en un apartado pueblecito enclavado en el valle de San Joaquín, en California.
El pequeño Andy para ir al colegio ha de pasar todos los días por una determinada calle. En esa calle hay una pared, no muy alta, que cierra un huerto Por encima de ese muro asoma la rama de un peral.
La primera vez que al joven Andy le llamo la atención esa rama, fue porque estaba florecida. Las pequeñas flores blanco-rosadas del peral se asomaban a la calle. Cuando estas perdieron su lozanía no volvió a mirar la rama.
Pero un día levantó la cabeza al pasar y observo tres pelotitas del tamaño de una nuez, pegada a la rama. Desde entones todos los días las miraba. Vio como iban creciendo, como el verde apagado que tenían al nacer, se volvía vivo y brillante. Luego tomaron un tono amarillento y después un color amarillo con machas rosadas. Algo en su interior le dijo que las peras habían llegado a su madurez.
Una mañana no lo penso. La tapia llena de resaltos y desconchones no fue obstáculo para la audacia de su espíritu y la agilidad de sus piernas. Subió hasta la rama, cogió las peras, se las metió entre la camisa y el cuerpo, bajó, y continúo hacia la escuela.
Al llegar entro en la clase y ocupo su pupitre. El señor Walter, el maestro, paso lista. Cuando los chicos oían su nombre debían levantarse y saludar al profesor. Cuando le llego el turno a Andy lo hizo asi. Al señor Walter le llamo la atención los bultos de la camisa. Hizo subir al chico al estrado y le interrogo:
-A ver pequeño. ¿Qué lleva usted ahí?-
-Son tres peras, señor-
-Muéstrelas, por favor. Pues si. Son tres hermosas peras. ¿De donde las ha cogido?-
El chaval se lo dijo y el maestro se escandalizó:
-¡Pero ese es el huerto del señor Smith¡ ¡Ha cometido usted un robo¡-
El profesor mando un chico en busca de los padres de Andy y del jefe de policía. Mientras encerró al muchacho en el cuarto de guardar las escobas. Cometió el error de encerrar también las peras.
Mientras aguardaba el chico discurría:
-¿Que será eso del dueño? ¿Por qué dirá que he robado? Yo nunca he visto a nadie cuidando las peras. Mi perro es mío. Me lo regalaron de pequeñito, mi madre le ha dado de comer. Ahora es grande y es mío. Pero a las peras nadie le ha dado de comer. ¡En fin alguien me explicara lo que pasa¡-
Naturalmente mientras esperaba la llegada de las autoridades familiares y civiles, se comió las peras.
1 comentario:
Hola Juan :
Como no se como mandarle un mensaje a tu padre te lo mando a tí para que le des el recaito. Me han encantado los relatos sobre todo del coco . Enhorabuena por el premio. Saludos
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